Sentimiento de culpa

Gestionar lo inesperado dejando atrás la culpa

Si hace un mes me hubiesen contado que esto iba a pasar (confinamiento, estado de alerta, teletrabajar y conciliar…), decir que me hubiese mostrado escéptica se queda corto. Y es que la realidad termina siempre superando a la ficción y, sobre todo, retándonos a que fortalezcamos nuestra resiliencia y a que manejemos nuestras expectativas para dejar atrás nuestro sentimiento de culpa.

“Todas las ideas, incluso las sagradas, deben adaptarse a nuevas realidades”

Salman Rushdie
 

Un día tienes tus rutinas: trabajas, los niños van al cole, tienes tus huecos para los amigos, ¡incluso para el ejercicio si estás en una buena racha! Y al momento todo ocurre a la vez dentro de tu casa: tu trabajo, el de tu pareja, el cole de los niños, sus ratos de ocio, los tuyos y el ejercicio. ¿Cómo hacer que todo funcione?

La flexibilidad, la gran clave

Enfrentar o afrontar una situación inesperada siempre resulta difícil. Y una inédita como la actual, sin precedentes ni pautas previas que seguir, puede ser hasta doloroso.

Y de repente ahí nos vemos exigiéndonos mantener el orden en casa, aunque los niños campen en ella 24 horas al día sin excepción. Cumplir con nuestro trabajo, pero añadir también nuevas facetas como profesoras y monitoras de ocio para los pequeños. Nos autoexigimos mantener nuestros niveles de ejercicio y dedicar tiempo al autocuidado.

En definitiva, buscamos que nuestra vida no cambie aunque haya dado un giro radical e inesperado. Y en nuestra cabeza hay pensamientos y reproches constantes de debería de…, tendría que… y claro, como no llegamos nos envuelve un sentimiento de culpa, de no llegar a nada y de no valía tremendos.

Y no, no es justo que te trates así, déjame decirte que no te lo mereces para nada, la clave para afrontar esta situación es tener flexibilidad mental para ser conscientes de que el entorno ha cambiado: nuestras prioridades, nuestras responsabilidades, nuestra dinámica familiar, ¡todo! se ha visto alterado. Y es imprescindible que nosotros también seamos capaces de ajustar nuestras expectativas para adaptarlo a esta nueva realidad.

Más flexibilidad y menos culpa

La mayoría de padres y madres que conozco están sufriendo un daño colateral importante a raíz del nuevo día a día: grandes dosis de sentimiento de culpa. Se sienten (nos sentimos) culpables porque estamos presentes físicamente de forma continua de cara a nuestros hijos; pero estamos cualquier cosa menos disponibles, porque también tenemos que afrontar nuestras propias responsabilidades, con lo que muchas veces lo que nuestros hijos ven es que estamos ahí pero que estamos ausentes emocionalmente.

¿Y cómo nos ayuda la flexibilidad? Fácil. Ejercitándola seremos conscientes de que tratar de hacer lo de siempre en una situación en la que se han cambiado las normas, no tendrá los resultados que esperamos. Debemos ser conscientes de que nos enfrentamos a algo extraordinario que exige de nosotros flexibilidad en muchos sentidos, ya que solo a través de ella seremos capaces de adaptarnos. Y lograr la adaptación al entorno va a ser lo que nos ayude a navegar esta tempestad desde la calma y la serenidad.

Cómo llevarlo a la práctica

Vale, ser más flexible… pero ¿cómo?

Aquí te dejo algunas recos:

1. Acoge tu sentir y el de tus hijos sin culpa

Es una situación extraordinaria y enfrentarse a ella de modo impasible creo que está al alcance de muy pocos… Por ello, no sientas culpa porque todo esté revuelto, ¡incluso tú misma! Validar y acoger nuestras emociones, al igual que las de nuestros hijos, nos ayudará a sentirnos mucho más conectadas con nosotros mismas  y nuestros hijos. 

2. Practicar empatía y autoempatía

Es precioso hablar de empatía en estos tiempos, pero te pregunto: ¿Te das empatía a ti misma? ¿Estás siendo amable, compasiva y comprensiva contigo misma? Demasiado a menudo nos tratamos con nivel de dureza que no emplearíamos con nadie más. Apuesto a que si hablásemos a nuestros amigos como nos hablamos a nosotras mismas nos quedaríamos sin amigos en 5 minutos. De verdad,  es momento de ser amable con nosotras y con nuestros hijos porque si hay un momento en el  que tiene sentido bajar nuestro nivel de exigencia es este: hacerlo lo mejor que puedo dadas las circunstancias y mi estado emocional, sí. Darle cabida a la culpa por no llegar a las expectativas que nuestra mente perversa nos propone, pues mira… no.

3. Rutinas sí, pero con flexibilidad infinita please

Hemos perdido todas las directrices que nos guiaban en el día a día: horarios estrictos, viajes a la escuela o la oficina, actividades extraescolares… Y eso, nos puede hacer estar perdidos. Por eso es fundamental crear rutinas nuevas. Eso sí, siendo flexibles y atendiendo a la nueva situación que tenemos: no se trata de calendarizar cada minuto del día para una actividad, si no de contar con líneas maestras para que todos en casa podamos atender nuestras necesidades básicas: descanso, aseo, alimentación, trabajo, actividad física y ocio. Una vez que tengáis unas rutinas fijadas ¡prepárate para no cumplir con ellas muchos de los días! Es fácil marcarse rutinas pero luego será la realidad la que nos ponga en nuestro sitio, los días que podamos cumplir con las rutinas estupendo,  y los que no, ¡pues no! y porfitas sin ni siquiera un poquito de culpa ¡oye!. Porque no se trata de convertir nuestro día en un estrés absoluto de quiero llegar a tó y no llego a ná.

4. Horarios laborales

Dentro de estas rutinas es fundamental establecer con claridad, y junto con nuestros hijos, cuándo son esos horarios laborables. Al igual que ellos deben atender a sus tareas escolares, también nosotros debemos atender las responsabilidades de trabajo. Esto nos ayudará muchísimo a la hora de no extender las jornadas laborales de forma infinita, al estar constantemente interrumpidos por los niños. Si lo sé, el papel lo aguanta todo, y es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero es importante intentarlo, porque de esta manera es más probable que después nos quede tiempo de calidad para dedicarlo en exclusiva a conectar con ellos.

Y, sobre todo, recuerda: quizá pensemos en negativo sobre todo lo que está pasando. Pero siempre podemos buscar otra perspectiva: si siempre nos quejábamos de los atascos, de cuánto nos gustaría teletrabajar, tener una flexibilidad horaria, poder ver más a nuestros hijos…  ¿Qué crees que te será más útil en este momento, reconectar con todo eso o con el sentimiento de culpa?

¡Te espero!

Helena
Sin comentarios

Publicar un comentario